Desempleo ¿juvenil?, por José García Montalvo

Se ha convertido en un lugar común citar la cifra de desempleo juvenil de España cada vez que se habla de las consecuencias de la crisis económica en Europa. La muletilla “el desempleo juvenil español ya supera el 50%” se ha popularizado entre los opinadores de The New York Times, los políticos de la Unión Europea o los expertos de los más variados think tanks. La insistencia en este dato puede conducir al error de pensar que los jóvenes españoles tienen, respecto al resto de la población, una situación mucho peor que en otros países de nuestro entorno. Pero en este sentido, España no tiene un problema de desempleo juvenil. El problema lo tienen países como Italia, Luxemburgo o Suecia, cuya tasa de desempleo juvenil es más de tres veces la tasa de desempleo global. En España, la tasa de desempleo juvenil es aproximadamente dos veces la tasa de desempleo general, lo que la sitúa en la media de la OCDE y por debajo de Francia, Reino Unido o Noruega. España lo que tiene es un enorme problema de desempleo, sin adjetivos.

En segundo lugar, ligar el desempleo juvenil español con la crisis actual no proporciona una visión adecuada de las causas. Nuestro desempleo tiene un componente estructural muy fuerte. De hecho, el desempleo juvenil ha sido de media un 33% durante los últimos 30 años, habiendo rondado el 50% en las dos crisis anteriores. Por tanto, la solución tiene que estar fundamentalmente ligada a reformas estructurales.

En esta situación es lógico que los jóvenes españoles, en particular los más formados, emigren a otros países en búsqueda de oportunidades. La emigración no se produce solo por la dificultad de encontrar trabajo, sino también por el tipo de trabajos que se ofrecen, en especial a los jóvenes más cualificados. La OCDE señala que el 44% de los jóvenes universitarios entre 25 y 29 años está sobrecualificado y, por tanto, desempeña una ocupación para la que no haría falta su nivel de formación.

Respecto al fenómeno de la emigración de jóvenes españoles cualificados, se ha creado una innecesaria polémica. Se argumenta con frecuencia que los jóvenes universitarios españoles que se van a Alemania a trabajar implican un despilfarro de los recursos públicos que los contribuyentes españoles han utilizado para financiar gran parte de su educación. Esta visión es muy equivocada. En primer lugar, porque la sobrecualificación supone un despilfarro similar de recursos y, además, genera un elevado nivel de frustración en los jóvenes. En segundo lugar, se produce una situación paradójica: al mismo tiempo que proponemos la mutualización de la deuda europea y nos llenamos la boca de más Europa nos quejamos de que nuestros jóvenes universitarios desempleados, o sobrecualificados, vayan a otros países de la UE a trabajar. Esto indica claramente que ni nosotros mismos nos creemos la idea de Europa. En tercer lugar, deberíamos fijarnos en las placas que adornan muchas de nuestras universidades. Por ejemplo, cuando se entra en el edificio de mi universidad se ve rápidamente la placa que certifica que fue financiado con Fondos FEDER; por tanto, con dinero de Alemania. Sería lógico que los financiadores obtuvieran una rentabilidad por aquellas inversiones. Esto les convencería de que su apoyo financiero es productivo.

Además, una estrategia basada en la formación de universitarios, aunque fuera para trabajar en otros países de la UE, supondría una modificación muy deseable del modelo productivo tradicional. España lleva tiempo buscando un sector de actividad que produzca mucho valor añadido y evite que la economía vuelva a depender del sector inmobiliario para crecer. ¿Qué mejor que producir universitarios, que parece que en otros países son una mano de obra mucho más apreciada que en España? Con el añadido de que esta actividad genera grandes externalidades que podría facilitar que la economía española cambiara su especialización hacia sectores innovadores. Uno de los principales problemas que justifican el desempleo de los jóvenes con mayor nivel de cualificación es que muchos empresarios, que tienen un nivel educativo menor que la población en general, no ven rentable la contratación de jóvenes cualificados. El aumento de los jóvenes universitarios entre los emprendedores podría favorecer también una comprensión mejor de los beneficios de la contratación de trabajadores cualificados frente a centrarse simplemente en su coste.

Por si todo esto fuera poco, existe otro intangible generado por esta estrategia productiva que tiene un enorme valor frente al desempleo estructural: favorecería la movilidad laboral. Esta es una de las principales rigideces del mercado laboral español. Cuando la EPA preguntaba por la disponibilidad a cambiar de residencia para obtener un empleo, casi el 80% señalaba de los encuestados señalaban que no estarían dispuestos. Entre los jóvenes esta proporción era algo inferior, pero todavía muy elevada (72%). Nuestras encuestas sobre inserción laboral de los jóvenes indican que están dispuestos a aceptar un salario significativamente inferior si pueden encontrar un trabajo en su lugar de residencia. Un factor fundamental en la explicación de esta cultura de resistencia al cambio de residencia es la elevada proporción de propietarios de vivienda en España. Varios trabajos recientes muestran que cuanto menor es el mercado de viviendas en alquiler, mayor es la tasa de desempleo.

Por suerte, todos los factores en el mercado inmobiliario español apuntan en la dirección de un incremento sustancial de la proporción de vivienda en alquiler en España. Por el lado de la oferta, la dificultad de revender viviendas compradas con el objeto de especular con ganancias de capital en el corto plazo forzará a sus propietarios a ponerlas en el mercado de alquiler. Además, es previsible que la aprobación de la Ley de Medidas de Flexibilización y Fomento del Mercado del Alquiler reduzca las reticencias de los propietarios de viviendas vacías a ponerlas en el mercado del alquiler. Por el lado de la demanda, la reducción de la renta disponible de las familias, las dificultades para la obtención de hipotecas, el aumento de los tipos de interés de los créditos hipotecarios (por el aumento del diferencial sobre el euríbor), el recuerdo de la experiencia reciente de la caída de precios de la vivienda, las expectativas de que sigan cayendo, el aumento de los impuestos relacionados con la compraventa de viviendas y la eliminación de las desgravaciones a la compra de vivienda favorecen la tenencia en alquiler frente a la compra.

Por tanto, la propia crisis inmobiliaria española puede generar en el medio plazo los procesos necesarios para una recuperación más saludable de la economía partiendo de su estructura productiva. La sustancial contracción inmobiliaria reduce el incentivo de los jóvenes a abandonar tempranamente el sistema educativo, como se observa en los datos recientes de fracaso escolar. El incremento del mercado de alquiler de viviendas favorecerá la movilidad laboral y permitirá reducir el desempleo y su variabilidad regional. Si nos dejamos de chovinismos y de protección del status quo y nos ponemos a mejorar la formación y la investigación de nuestras universidades podríamos llegar a ser el vivero de trabajadores cualificados de la UE. Las externalidades generadas por esta especialización, y la potencial vuelta de muchos de los emigrantes, acabarían de reconducir la estructura productiva hacia un modelo sostenible y rentable económica y socialmente.

José García Montalvo es Experto en Economía y temas inmobiliarios y conferenciante Diserta

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