El cinismo acelera el cambio climático

Tribuna de Javier García Breva, conferenciante Diserta, para EFEverde

Si el mejor resultado de la Cumbre del Clima celebrada en Lima es que se mantienen las negociaciones, la distancia entre la urgencia para eliminar las emisiones de CO2 y las decisiones políticas de los gobiernos se ha acrecentado. Ahora se espera que cada país, antes de octubre de 2015, comunique las acciones que piensa emprender para saber si el calentamiento global se quedará por debajo de los 2 grados centígrados e intentar el acuerdo en París dentro de un año.

Desde Copenhague en 2009, las cumbres del clima forman parte del paisaje navideño. Se levantan expectativas, todos hablan de la gravedad del cambio climático y cuando los acuerdos se posponen sin compromisos el problema desaparece de todas las agendas políticas hasta el año siguiente. La realidad es que la percepción del cambio climático tiene dos grandes barreras. La primera es temporal pues la economía y la política se gestionan en el plazo de uno a cuatro años mientras el clima se analiza en décadas. La segunda es espacial porque los grandes desastres naturales pensamos que solo tienen lugar a miles de kilómetros y no nos afectan.

¿Pero para qué sirve la política si no es para anticiparse a los problemas provocados por el deshielo del Ártico, la subida de la temperatura de los océanos y el crecimiento del nivel del mar? Todo el litoral español está amenazado y afectará más a los deltas del Ebro, Guadiana y Guadalquivir, a la actividad portuaria y turística, infraestructuras localizadas en la costa y a una población de 17 millones de personas con un coste, según provincias, entre el 0,5 y el 3% del PIB para 2050. El estudio sobre “Cambio Climático en la costa española” del Instituto de Hidráulica ambiental de Cantabria concluye que “tomar medidas de adaptación es mucho más económico que los costes derivados de no hacer nada”.

El informe de noviembre del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU urgía a reducir el 70% de emisiones para 2050 y emisiones cero para 2100 y responsabilizaba al consumo de combustibles fósiles del 78% de las emisiones. Es un dato conocido que vuelve a emplazar a los gobiernos a impulsar una economía descarbonizada con fuentes renovables y eficiencia energética. Y ese es el principal escollo en las cumbres del clima. Dejar que cada país comunique lo que piensa hacer solo es un ejemplo de inoperancia que se asemeja a la libertad que la UE ha dado a sus miembros para cumplir los objetivos de clima y energía en 2030.

Después de la Cumbre de Copenhague el gobierno del PSOE aprobó el decreto de ayudas al carbón con una cuota de consumo obligatorio del 15%. Cinco años después, a la vez que finalizaba la cumbre de Lima, el gobierno del PP ha aprobado incentivos a propietarios de suelo, ayuntamientos y comunidades autónomas para impulsar el fracking y los hidrocarburos. Con lo poco que costaría declarar que la lucha contra el cambio climático es compatible con el crecimiento, el empleo y la competitividad de la economía y que es la mejor prueba de solidaridad con las futuras generaciones.

El cambio climático necesita otra gobernanza. El problema no son las cumbres del clima sino el cinismo que gobierna el planeta.

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