Los robots ya pueden sentir

RobotsTus gestos, tus movimientos (cómo te sientas, cómo tecleas, cómo utilizas el ratón) o tus constantes vitales, como tu respiración o tu ritmo cardiaco, te delatan. «Vamos dejando pistas de nuestros estados emocionales por todas partes como si fueran migas de pan», asegura Javier Hernández, un investigador barcelonés del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). «La computación afectiva se encarga de dar a las máquinas la inteligencia que necesitan para interpretar estas emociones y adaptarse a ellas en tiempo real».

Javier trabaja en el grupo de computación afectiva del MIT MediaLab. Allí tienen claro que hay que conectar la tecnología con las emociones. Su directora y fundadora, Rosalind Picard, es uno de los grandes referentes de esta rama de la inteligencia artificial. En 1997, Picard publicó el libro Affective Computing, que además de sentar las bases del término, revolucionó la concepción de la tecnología. «Entonces se pensaba que para que una máquina fuera inteligente había que quitarle las emociones, la parte que nos hace irracionales. Picard defendía lo contrario: era necesario que las máquinas se comunicaran y pensasen como los humanos y que utilizasen las emociones para tomar decisiones», comenta Hernández.

Tega, un simpático robot peludo que ayuda a los niños a aprender de forma personalizada, es uno de los últimos ingenios que ha desarrollado este grupo. El dispositivo utiliza un software que opera desde un teléfono móvil para interpretar las respuestas emocionales de los estudiantes a partir de sus expresiones faciales y les alienta y aconseja como un compañero. Hernández colabora actualmente en varios proyectos de medición del estrés en el trabajo y la vida diaria. La idea es ayudar a prevenir el estrés crónico y minimizar sus efectos negativos combinando las últimas tecnologías, como los móviles, las cámaras o los relojes inteligentes, con técnicas milenarias, como la medicina tradicional china. Por ejemplo, han creado una aplicación con las Google Glass que ayuda al usuario a relajarse con ejercicios de respiración cuando detecta que está estresado.

Miles de utilidades

Las aplicaciones de esta tecnología son infinitas. «La computación afectiva tiene un gran beneficio social: es fantástica para ayudar a las personas en ámbitos que van desde la seguridad hasta la educación o la salud», explica Fernando de la Torre, profesor del laboratorio Human Sensing y profesor en la Carnegie Mellon University. «Una cámara puede detectar si un conductor está cansado, evitar que se quede dormido al volante e incluso avisar a otros conductores de un comportamiento errático. Un profesor de un curso online podría saber si a sus alumnos les interesa realmente lo que cuenta entendiendo sus expresiones faciales».

Allí han desarrollado, entre otras cosas, IntraFace, una aplicación de reconocimiento facial para móviles que se puede descargar gratuitamente, dispositivos médicos que monitorizan el estado de salud de las personas y sistemas para desarrollar coches autónomos, un área por la que ya están apostando fuerte las principales compañías de automóviles.

El mundo de los negocios no es ajeno al potencial de esta tecnología. Empresas como Emotient, Eyeris y Affectiva desarrollan sistemas de reconocimiento facial para analizar las reacciones de las personas a determinados contenidos.»Internet y una webcam es todo lo que hace falta para estudiar los gestos de la gente mientras ven anuncios, debates políticos, programas de TV, avances de películas… Sus reacciones espontáneas permiten predecir el nivel de aceptación, las posibilidades de que el contenido se comparta e incluso las intenciones de compra o de voto», asegura Daniel McDuff, director de investigación en Affectiva.

Adfex, el software de reconocimiento facial de esta startup con sede en Massachusetts, ha analizado más de dos millones de vídeos de personas de 80 países y ya puede leer una sonrisa mejor que la mayoría de la gente. Cuanto mayor es su base de datos más sabio es el programa. Compañías como Unilever y Coca-Cola ya lo han utilizado para comprobar las reacciones de los consumidores a sus anuncios. La CBS también lo emplea en su laboratorio de Las Vegas, Television City, para comprobar la reacción de los espectadores a sus nuevos programas.

En España el Teatreneu de Barcelona lo utilizó para implementar una aplicación pionera en todo el mundo: Pay Per Laugh, una app que hace que el espectador pague según lo que se ría (con un máximo por espectáculo). Funciona así: delante de cada butaca se coloca un iPad con un software que detecta la expresión facial que va contabilizando las risas. ¿El resultado? El teatro está más lleno y el precio de las entradas se ha incrementado.

Affectiva trabaja actualmente con Oovoo, competidor de Skype, para desarrollar una aplicación que podría revelar las emociones de las personas durante las vídeo llamadas. Recientemente ha creado una aplicación para el videojuego Nevermind, de la compañía Flying Mollusk, que permite analizar las expresiones faciales del usuario con una cámara y cambiar los objetivos y personajes de la partida en función de cómo se sienta el usuario.

Esta tecnología plantea todo tipo de cuestiones relativas a la privacidad. ¿Y si una empresa utiliza el software para controlar a sus empleados? ¿Qué pasa si nuestras emociones se registran y nos empiezan a bombardear con contenidos que no deseamos? El peligro es que esta tecnología revele nuestras emociones sin nuestro consentimiento. «La computación afectiva es emocionante y ofrece muchas aplicaciones con beneficio social, pero es importante que la tecnología se desarrolle en el marco de una legislación adecuada para que no se haga un mal uso de ella», asegura de la Torre.

Compañías como Microsoft ya investigan aplicaciones relacionadas con la publicidad en televisión: anuncios que se emitirían según el estado de ánimo del espectador y con un rango de precios para los anunciantes que variaría en función de cuanta gente haya en la sala. Otras, como Apple, desarrollan dispositivos como el Apple Watch, un reloj inteligente que mide tu ritmo cardiaco y tu actividad física y conecta estos datos con tu ubicación y aplicaciones para móviles como Health que van en la misma dirección. ¿Sabrá nuestro smartphone todo sobre nosotros?

La precisión del software para medir las emociones es otro de los debates en torno a esta industria. «Aún queda mucho por investigar en el campo del reconocimiento facial y, sobre todo hay que recalcar que en el campo médico, la computación afectiva no es una herramienta de diagnóstico pero sí ayuda al doctor a sacar mejores conclusiones y a los usuarios a prevenir».

Fuente: El Mundo

Rosalind Picard es experta en Computación Afectiva del MIT, autora del libro Affective Computing y conferenciante Diserta

Esta entrada fue publicada en Ciencia y Futuro y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Los comentarios están cerrados.