Araceli Segarra presenta su nuevo libro «Ni tan alto ni tan difícil»

La montañera leridana Araceli Segarra, la primera mujer española que coronó la cima del Everest, en el año 1996, aseguró que «ser el primero, el segundo o el quinto es una etiqueta que no te hace mejor ni peor» y dio prioridad a «la forma de ascender una montaña» sobre «el número de ascensos».

Con motivo de la presentación de su libro ‘Ni tan alto, ni tan difícil’, Segarra reivindicó el valor del estilo alpino (sin porteadores, sin cuerdas fijas y sin oxígeno) y apuntó: «Un ascenso a la Patagonia, en cuanto a currículum, pesa más que un Everest por la ruta normal».

P: ¿Por qué el libro llega en este momento, 17 años después de hacer cima en el Everest?

R: Entonces consideré que no tenía sentido escribir un libro sólo por haber ascendido una montaña. Necesitaba encontrar un poco más de sentido. Empecé a dar conferencias buscando un paralelismo entre el deporte y nuestro comportamiento en diferentes ámbitos y ahí sí que empecé a pensar que esa podría ser una temática que pudiera aportar algo más allá de una narración épica de un ascenso.

 

P: Es la primera mujer española que coronó el Everest y, sin embargo, no existe en usted el ánimo de reivindicación de ese hito.

R: Ser tú el primero o no, no cambia nada. Ser el primero, el segundo o el quinto es una etiqueta que no te hace ni peor ni mejor.

P: ¿Qué significado tiene para usted la cumbre del Everest?

R: Es la expedición que más me ha etiquetado, pero no es la mejor que he hecho. Tampoco es la peor, pero no pondría ninguna dentro de una escala. Las pondría bastante lineales porque cada una aporta algo. El ascenso, alpinísticamente hablando, no era mi objetivo porque el reto era el documental IMAX y escalamos la ruta normal.

Aprecio más el cómo se hacen las cosas, la forma de ascender, que el números de ascensos. Por ejemplo, en la Patagonia apenas se hacen cumbres porque son muy difíciles y muy duras, climática y técnicamente hablando. Un ascenso a Patagonia, en cuanto a currículum, me pesa más que un Everest por la ruta normal.

Son siempre las rutas las que marcan la diferencia en la montaña y para mí, el estilo alpino (sin porteadores, sin campos de altura, sin cuerdas fijas y sin oxígeno) es irrenunciable.

P: El Everest le recibió con la tragedia del 96, el peor desastre que había tenido lugar. ¿Cómo se enfrentó a la cara más amarga de la montaña?

R: No me gusta pensar que la montaña tiene una cara amarga. Las montañas son montañas. Es naturaleza y la naturaleza es bella. Nosotros escogemos las rutas por lo bonitas que son.

Estábamos en el Everest para rodar un documental y la cumbre sin el documental no tenía sentido. Pero, cuando ocurrió esa tragedia, pusimos a un lado el tema de la filmación. En ningún momento nadie contempló la idea de que aquello se tenía que grabar. No era ético, aunque se habrían vendido millones y millones de copias.

Dejamos todo para hacer el rescate. No te entrenas para una situación como esta. Reaccionas, aunque no sabes cómo. Esta acción unió más al grupo porque cuando David dijo «No vamos a filmar», nos dimos cuenta del tipo de persona que era.

Desgraciadamente, son las situaciones límite las que te hacen ver de qué pasta está hecha una persona y te sientes privilegiado de poder estar con un grupo de personas fantástico.

P: ¿El gran valor del montañismo es ese espíritu colectivo?

R: Hay personas que necesitan estar solas porque su actividad les lleva a entender la vida relacionándose con pocas personas o con nadie. Yo, personalmente, nunca practicaría este deporte en solitario. Dentro de un grupo, cada uno sobresale en un área y se aprovecha ese talento para poder llevar a cabo un ascenso.

Cada uno lidera la parte que mejor trabaja y el hecho de que tú puedas aportar algo a ese proyecto hace que sea tuyo y te sientas formando parte de algo. El ser humano necesita sentirse parte de alguna cosa para ser feliz o para entender qué hacemos aquí.

P: ¿Los vínculos humanos que se generan en esas situaciones es lo que hace distinto a este tipo de deportes no competitivos?

R: A veces se fomenta demasiado la competitividad. Sí que es necesario superarse o tener un objetivo, pero creo que pesa demasiado y ahora es cuando más se ve. Hay personas que han dejado de competir entre ellas y se están ayudando para salir adelante.

Creo que el rescate del Everest es una especie de crisis en la que de nada sirve que cada uno tire por su lado, como ahora. Necesitamos apoyarnos uno en el otro para seguir adelante.

P: ¿La montaña le ha permitido apreciar más la vida?

R: Parece que la montaña es la única manera de descubrir que existimos y no estoy de acuerdo. Yo no pongo mi vida en peligro porque no me quiero morir. Me lo paso bien haciendo lo que hago y no tengo miedo de morir porque lo hago bajo unas condiciones de seguridad aunque desde fuera pueda parecer diferente.

Existen maneras de apreciar la vida desde cualquier ámbito aunque el hándicap está en que no dedicamos tiempo a asentarnos y a meditar qué es lo que queremos. Todos tenemos una herramienta para encontrar la manera de disfrutar nuestra existencia.

P: ¿Qué le llevó a tomar la decisión de empezar a buscar sus límites en la montaña?

R: Yo había practicado muchos deportes pero, por instinto, por necesidad o por genética, necesitaba un punto de aventura. Cuando empecé a hacer espeleología le empecé a dar nombre a aquello hacia lo que el corazón y el alma me guiaban.

P: ¿Ser mujer era una oportunidad, un hándicap o ni siquiera eso?

R: Yo me movía con un grupo de gente joven, de mi edad, donde no significaba nada ser hombre o mujer. Lo importante era ser una persona que pudiera aportar dentro de un grupo.

Sí que es cierto que observo, a veces, grupos, sectores o equipos donde puede haber una diferencia. Instintivamente, intentas encontrar gente que comparta tus valores y un grupo donde una mujer esté limitada o poco valorada no va a compartir nada conmigo.

P: ¿Qué le ha dado la montaña?

R: Cuando era pequeña, la montaña era una aventura, un salvavidas que me sacaba del vacío, del momento en que no sabía qué quería. Ahora se convierte en un balanza que me equilibra, donde encuentro respuestas y sensaciones. Es el lugar donde puedo cargar las baterías, tanto a nivel físico, como mental y espiritual.

P: ¿Ese sentimiento cambia con un abandono?

R: Cuando abandonas sin haber probado todas las opciones sí que te puedes sentir defraudado. Pero si agotas todas las posibilidades, no te sientes decepcionado. En la primera expedición al Everest lo intentamos todo. Abrimos todas las puertas pero no se podía entrar por ninguna. La sensación de satisfacción llegó después, porque nos atrevimos a hacer algo que nadie hacía en aquella época.

P: ¿Hay algo tan alto y tan difícil, como dice el título de su libro, para ser considerado imposible?

R: Claro que hay cosas imposibles de conseguir. Me gustaría saber volar y no voy a poder. Pero intentando conseguir cosas que sabes que son imposibles se consiguen logros. Pensando en algo que está más allá de tus posibilidades llegas a algún lugar.

Fuente: Agencia EFE

Araceli Segarra es montañista, escaladora y conferenciante diserta

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