«La confianza en uno mismo es la clave para alcanzar la cima»

La primera mujer alpinista que ha conquistado los 14 picos más altos del planeta, Edurne Pasaban (Guipúzcoa, 1973), confiesa que cuando está colgada en una cuerda a veces piensa «en tonterías, sin más» y recuerda que la escalada a los 8.611 metros del K2 ha sido la experiencia más dura de su vida profesional.

Con solo 16 años escaló el Mont Blanc (4.810 metros). ¿Heredó de algún familiar ese afán aventurero?
Mi primo Asier ha jugado un papel clave en mi carrera como alpinista. Coincidimos de adolescentes en un curso de escalada y, como nuestras familias se habían distanciado, no nos conocíamos en persona. Desde entonces ha sido mi compañero de cordada, mi escudero y mi fiel compañero de montaña en las 22 expediciones que he realizado en mi vida.

En 2010 se convirtió en la primera mujer en la historia en coronar los 14 picos de 8.000 metros del planeta. ¿Qué se siente al haberlo conquistado?
Es un orgullo que reconozcan mi esfuerzo, pero creo que lo importante de toda mi carrera como deportista es que me ha hecho muy feliz a nivel personal. Soy una enamorada de las montañas, de los desafíos y de todas las experiencias que me ha aportado el alpinismo. Me siento agradecida por la medalla de oro al mérito deportivo y el premio Reina Sofía a la mejor deportista en 2011, pero al final creo que sirven más como un elogio para los familiares y amigos que han sufrido mi ausencia durante estos años que para mí misma.

¿Cuál fue la primera cumbre a la que consiguió llegar?
El Everest (8.848 metros) en 2001. Técnicamente he de decir que no es una montaña difícil de escalar, pero sí la más alta del mundo, por lo que la falta de oxígeno complica el ascenso. Se me resistió en dos ocasiones, que no hice cumbre, pero a la tercera fue la vencida. Y fíjese qué curioso, cuando llegué a la cumbre me quedé un poco decepcionada porque esperaba llorar de alegría y abrazar a mi equipo, pero no fue así. Me gustó más la sensación de ilusión que experimenté en los últimos kilómetros antes de llegar a la cima que la cumbre en sí. Cuando llegas arriba tienes tanta tensión en el cuerpo y te preocupa tanto la bajada, que no lo disfrutas.

¿Cuánto tiempo tardó en alcanzar el techo del mundo?
Aproximadamente dos meses. En una expedición de este tipo se debe ascender por la montaña paulatinamente para que el cuerpo no sufra cambios bruscos y desgaste energías antes de las etapas más duras. Lo que se hace es instalar campamentos base cada 8 o 10 días por encima de los 5.400 metros. De esta manera se produce un acondicionamiento físico progresivo.

Parece que el Everest le supo a poco, porque luego coronó 13 picos más…
Nunca me planteé como objetivo alcanzar los 14 ochomiles, sino que surgió de manera espontánea. Me gustan los retos y creo que siempre hay que buscar nuevas oportunidades. Cuando alcancé el noveno pico fue cuando me di cuenta que tenía muchas posibilidades de poder llegar a la cumbre de los 14. Y así fue.

¿Qué ochomil presenta mayor dificultad en el ascenso?
La montaña K2 (8.611 metros). Es la más complicada porque por encima de los 8.000 metros se ha de escalar en hielo y hay gran riesgo de desprendimiento de rocas. Anterior a mí, seis mujeres habían intentado escalarla y ninguna había sobrevivido para contarlo. Sin embargo, pensé que lo importante era estar muy atenta al camino para no ser la séptima víctima femenina. Aunque lo conseguí, ha sido la experiencia más dura de todas.

La expedición le costó la amputación de dos dedos del pie…
Sí, pero es una lesión de fácil recuperación. Normalmente se llega a la cumbre a las 13 horas, cuando aún hay sol, pero aquella vez llegamos de noche, a las 17.30 horas. Comenzamos a bajar y yo, cansada, me quedé atrás. Cuando me di cuenta estaba sola, desorientada y había perdido un guante. Entonces me senté a esperar a dos compañeros que venían al final del grupo y me quedé dormida a una temperatura de 36 grados bajo cero. El cansancio y la poca hidratación me superaron. Cuando mis compañeros me encontraron, algunos miembros se habían congelado y, entre ellos, me tuvieron que amputar dos dedos.

¿En qué piensa cuando está colgada a una cuerda a una altura de vértigo?
Muchas veces en tonterías, sin más. Otras en las cosas que he dejado pendientes de hacer en casa o en el camino que nos queda.

¿Qué es más importante el camino o la cima?
Sin duda alguna, el camino. La confianza en uno mismo durante el trayecto es la clave para alcanza la cima. Sin eso, no hay objetivo. Y, sobre todo, lo que hay que hacer es disfrutar del itinerario, porque solo así se consigue la felicidad.

Fuente: La Información

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